Friday, July 24, 2009

Cuento: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es su Esencia?


Mi nombre es L. S. Soy Antropólogo y he estudiado comunidades humanas a lo largo y ancho del planeta. He llegado a la conclusión de que el hombre es un animal civilizado. Su Naturaleza está atravesada por esta, su creación particular, que lo hace diferente: la Cultura. Y hay una ley que siempre está presente y marca ese quiebre, esa línea, esa frontera entre lo natural y lo cultural: la prohibición del incesto.

Aún así, este hallazgo me alcanza apenas para explicar la particularidad de lo humano, su diferencia con los animales. Pero una pregunta me ronda en la cabeza: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es su esencia? Por ello, me dedico hace tiempo a preguntar, a buscar el saber de los eruditos (siempre me doy cuenta si lo son, por algo soy antropólogo), que pasan por esta plaza o se sientan en sus bancos a leer o meditar, si pueden responder a mi pregunta.

Esta suerte de mayéutica que practico espero, así como mis anteriores estudios me llevaron a la revelación antes mencionada, algún día me permita dar con una marca semejante. Un signo que me permita elaborar una respuesta. ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es su esencia?


Aún recuerdo a ese par de hombres que pasaron una vez, parecían padre e hijo, pero esto no lo sé con certeza. Ambos discutían vivamente. El mayor argumentaba que existe un mundo ideal, distinto al que conocemos y en el cual nos movemos cotidianamente. Un mundo de perfección. Ante esta idea, el más joven reaccionaba diciendo que esto no era posible, que sólo hay un mundo y es este, y toda idea le corresponde. Me alegré de encontrar dos personas discutiendo tales ideas. Me apresuré tras ellos y les comenté sobre mis cuestionamientos esperando obtener visiones valiosas del tema. Grande fue mi sorpresa cuando ambos me miraron, meditaron sobre mis preguntas y recomenzaron su discusión, ahora utilizando mi inquietud como ejemplo para sus razonamientos… El primero con su idea universal de hombre, el segundo con la convicción que esa idea debía encarnarse en cada ser humano… Finalmente se alejaron discutiendo sin volver a mirarme siquiera.

Hubo un señor que me dejó una fuerte impresión, un día apareció caminando por aquí con un paraguas, sumido en sus pensamientos. Me acerqué despacio y le hice mis preguntas. Él me miró como si hubiera descubierto un alma gemela y me dijo solemne que la esencia del hombre es la Razón, qué sólo es indudable para nosotros y qué sólo somos sujetos al pensar y dudar.

Un tiempo después, un hermoso día de sol, un transeúnte me recordó al anterior. Cuando le hice mis preguntas me miró con intensidad y dijo en vos alta que la esencia del hombre es su libertad para pensar, que los sujetos construyen su realidad al pensar sobre si mismos. Luego se alejó con un aire majestuoso, como si con sus palabras hubiera irradiado luz a su alrededor.

En esos días, un caballero con aire inglés se sentó en el mismo banco que yo a observar a los pájaros en los árboles de esta plaza. Tímidamente, le comenté mis inquietudes y me expuso el siguiente razonamiento: los humanos nacemos con una Tabula rasa que es llenada a partir de la experiencia. Eso es ser hombre, experimentar y a partir de sensaciones llegar a ideas para completar la hoja en blanco.

Otro día encontré a un ser que llamó mi atención. Parecía hablar sólo, quejándose de algo. Me acerqué con cautela para escucharlo y comprobé que si le hiciera mis preguntas eso que decía sería su respuesta. Estaba furioso, al parecer, con un tal W que no entendía qué la Psicología humana debe ser una ciencia que trabaje con el método científico de las ciencias naturales. Qué la mente, la conciencia, el alma no eran conceptos medibles, por lo tanto no eran válidos como objeto de estudio. ¿Qué era eso que proponía W de la Introspección y de observar la conciencia? Puras especulaciones, decía. Y argumentaba que el único objeto de estudio de la Psicología humana debía ser la conducta observable. Sólo a partir de ella se llegaría a formular leyes que permitan predecirla y que sean válidas para todos los hombres. Me alejé sintiendo lástima por él. ¡Qué poco entiende este engreído la complejidad del ser humano!

El señor que hablaba sólo me dejó tan aturdido que esa noche no pude dormir. Decidí ir a la plaza de madrugada. A esa hora todo es muy tranquilo, nadie pasa por la calle. Sin embargo había un joven sentado en un banco jugando, eso parecía, con un estroboscopio. No dio señales de percatarse de mi presencia, así que me acerqué y lo oí decir en voz baja: “el todo es más que la simple suma de sus partes” Me quedé dormido a su lado.

Al despertar, ya de mañana con un cálido sol, observé con ternura al bebé cuya madre, sentada a mi lado, amamantaba. Recordé el artículo que había leído hace unos días. En él, se hablaba de que la estructura mental del ser humano se formaba durante el primer año de vida y que dependía del cuidado de una madre “lo bastante sana” como para satisfacer las necesidades del bebé y ayudarlo a desarrollarse. Pensé, claro, que esto no era ajeno a las preguntas que me ocupan, dado que, si la razón y la cultura nos diferencian de los animales, la construcción de nuestra estructura mental no puede ser pasada por alto.

Ese día, más tarde, un profesor, ante mis preguntas, me dijo que la mente humana es similar a una computadora. Funciona con hipótesis, busca información y verifica, confirma o rechaza dichas hipótesis. Luego de escucharlo, si bien me pareció muy lógica su exposición, me quedé con un vacío interior, sentí que me alejaba de mi búsqueda, que tanta lógica no podía explicar que es lo que somos…



Desperté con un fuerte dolor de cabeza en un vehículo en movimiento, parecía una ambulancia. Yo estaba atado en una camilla. Al frente, dos personas vestidas de blanco reían y comentaban: ¡Sí! Este es el loco de la plaza, ese que anda preguntando que es el hombre o cuál es su esencia o algo así. -¡Sí! ¿Le darán electroshocks, duchas de agua fría o sólo pastillas? -¡Jaja! - ¡Jaja!


Tuesday, June 23, 2009

Ejercicio de exorcismo (fragmento)

“Ahora repito, de noche, el nombre de Faustine”

(La invención de Morel _ Adolfo Bioy Casares)



Intento dormirme repitiendo tu nombre

Si lo digo mil veces

Y este pierde su sentido

(Ya lo he hecho con otros antes)

Si se convierte en un grupo de fonemas abstractos,

Sé que estaré a salvo.

Pero si lo digo mil veces

Y mi voz calla

Pero mi corazón sigue gritando

Y no importa cuanto intente descomponer esta palabra,

Si ella persiste en significarte

Entonces sé que estoy perdida...

Friday, October 17, 2008

Petit 9

Pequeño Petirrojo
que se pregunta por tu destino.
Pequeño que sólo espera,
sueña, desea
verte Feliz...

Wednesday, August 08, 2007

Petit 8

Soy el petirrojo,
rojo,
de fuego...

Don Giovanni (fragmento)

Podré soñar una y mil veces con que secreto ibas a contarme para sujetar tan fuerte los 3 dedos míos que furtivamente atrapaste... y para olvidarlo enseguida... dejandome ir con esta duda eterna...

Saturday, March 17, 2007

Petit 7

Pequeño Petirrojo,
que extraña a su Orfeo,
a Venecia (en el conser)
Y a su pequeño mundo desvanecido...

Wednesday, January 31, 2007

AUTOBIOGRAFÍA


NOTA: Este es un trabajo del 2003, yo tenía 21 años. Al releerlo me dieron ganas de cambiar algunas cosas, censurar otras y actualizar el resto. Decidí no sucumbir a esta tentación y dejar que ustedes, mis lectores, hagan el juego de diferencias y similitudes entre esta Giselle y la que soy ahora. Después me cuentan.


“I can relate
the Story of my life
no brigther hope,
no stronger emotion…”


Comienzo mi autobiografía cantando. Si, siempre ambicioné con ser músico. No soy lo suficientemente buena para serlo profesionalmente, pero hay un músico en mi alma y siempre hay música en mi mente.
Mi primer nombre es Verónica. Me llamaron así hasta los 11 años, cuando opté por mi segundo nombre: Giselle. Mi mamá aún no se acostumbra del todo, aunque ya pasaron 9 años y mucha gente me conoce sólo por Giselle, Giselle Hidalgo. Debo confesar que nunca me gustó mi apellido. Cuando era chica quería casarme y cambiarlo por el de mi futuro esposo que tenía que ser obligadamente “más lindo” que el mío. Sin embargo, hace un par de años, descubrí a Juan Hidalgo: compositor del siglo de oro español, que le puso música a los versos de Calderón de la Barca. Me gusta este antepasado. Ya no me desagrada tanto mi noble apellido.
Nací en Buenos Aires. No me imagino viviendo en otro lugar que no sea esta enorme ciudad. Tal vez podría vivir en Martínez, donde se criaron mis padres, pero no mucho más lejos.
Mis padres y mi gatita constituyen mi querida familia. Las mellizas Verónica y Sandra son mis amigas, a quienes a menudo llamo hermanas. Tuve y tengo profesores tan importantes en mi vida que, de no haberlos conocido, seguramente no sería quién soy.
Mi personaje mitológico favorito es Orfeo. A los 5 años vi mi primera ópera; a los 8 logré sacar el primer sonido de mi flauta; a los15 fui a mi primer recital en un estadio; ahora trabajo para lograr una interpretación aceptable de las sonatas de Haendel.
Cuando, como todo chico, pensaba en lo que quería ser de grande, me imaginaba pianista, cantante lírica, periodista, escritora… Quería ser Madonna, luego quería formar una banda como los Beatles. Me gustaría escribir como Martín Caparrós, pero me conformaría con la simple poesía de Paul Simon. También, a veces, ambiciono con argumentar como Verbitsky o editorializar como Lanata.
No tengo mucho más para decir, sólo que mi tenor favorito me firmó un autógrafo y que un pintor me llamó bella.
No sé si aún quedan rastros en mí de esa niña introvertida, callada, tímida y soñadora en su propio mundo interior que fui. Sé que la UBA me cambió: soy muy racional, con pretensiones de intelectual, pero consciente de que todavía no crecí del todo.

"María y Matías" (Literatrash)

María Massía quería a Matías,
Matías Frías moría por María.
Analía, mamá de María, la casaría
Con Elías D’Elía, de la monarquía.
Los Massía y los Frías se odiarían,
No se amigarían ningún día.
María y Matías huirían,
Se casarían.
¿Cómo harían?
Los ayudaría Isaías, de la Clerecía.
María dormía, muerta parecía.
Pero despertaría.
Matías nada sabía.
María yacía.
¡Cómo la lloraría su tía! Y Analía.
La lloraría Matías, muerta la creía,
Él se suicidaría, veneno tomaría.
Pero despertaría María
Y muerto lo encontraría, a Matías.
¿Ella qué haría?
Un puñal se clavaría,
Moría María.
Todos llorarían,
Se arrepentirían,
Se amigarían.


Stefanía salía del cine al cuál no volvería.
Decía: “¡A esta sinfonía ya la conocía!”

Tuesday, January 09, 2007

Gracias!!!

Camaraandres a pleno.